Puede que hayas oído hablar de la huella hídrica, fruto de la producción de alimentos o ropa. Este término tiene una relación directa con la sostenibilidad y como concepto se hace cada vez más popular. En este post profundizamos sobre él y su relación directa en la producción de energía.
¿Qué entendemos por huella hídrica?
La huella hídrica mide el volumen de agua utilizado de forma directa e indirecta en la producción de bienes y servicios. También funciona como indicador que persigue una gestión del agua más eficiente.
Arjen Hoekstra, profesor de la UNESCO-IHE, fue la primera persona en hablar del concepto de huella hídrica en 2002. Unos años después de esa fecha, fundó la Water Footprint Network para promover el uso inteligente y justo del agua. El concepto acuñado hace más de 20 años hoy puede ser considerado un socio fundamental en materia de sostenibilidad
Tipos de huella hídrica
El impacto en el consumo del agua depende de su origen y uso. En relación a esto diferenciamos tres tipos de huella hídrica:
• La huella hídrica azul refleja el volumen de agua dulce de superficie o subterránea (ríos, lagos, embalses o acuíferos) que se necesitamos para producir un bien o servicio y no se devuelve al medioambiente. Aquí se incluye, por ejemplo, el agua de riego.
• La huella hídrica verde está vinculada con el volumen de agua procedente de la lluvia y humedad que se ha quedado en la superficie y que han consumido las plantas, por ejemplo.
• La huella hídrica gris se vincula con el volumen de agua contaminada a causa de la producción de bienes y servicios, que requiere un tratamiento para el vertido posterior.
Para calcular la matriz de la huella de agua de un producto o servicio, debemos tener en cuenta estas tres variables en el uso directo e indirecto del agua.
¿Qué impacto tiene el sector energético en la huella hídrica?
Por tradición se ha puesto más el foco en la huella de carbono para evaluar cuáles son las mejores fuentes de producción de energía para el planeta. Sin embargo, ¿consideramos realista medir solo una parte?
Analizar solo ese indicativo resulta insuficiente para tomar decisiones de futuro, ya que conviene también estudiar la huella hídrica tanto en fuentes de energía tradicionales como en renovables.
La energía y el agua, dos recursos escasos, tienen una gran interdependencia. Para tomar agua con seguridad es necesaria la electricidad y para producir energía hace falta agua. La mala noticia es que la demanda de los dos recursos subirá, por lo que será más necesario que nunca optimizar su uso.
El agua se usa en la producción de energía para refrigerar reactores, para las plantas acuáticas de biocombustibles… Además, también se pierde por evaporación en las centrales hidroeléctricas.
¿Cómo se calcula la huella hídrica en la producción de energía?
Para dar con este dato necesitamos tomar la estimación de agua total usada (m3) en la producción de una unidad de energía (terajulio o TJ).
A la cabeza de las tecnologías que más agua usan están los biocombustibles de primera generación y las plantas hidroeléctricas, ambas dentro del grupo de las renovables.
Gráfico perteneciente al estudio The consumptive water footprint of electricity and heat: a global assessment de Water Footprint Network.
La huella hídrica de la biomasa varía mucho de un país a otro y depende también del tipo de recurso que se emplee para producir energía.
Por su parte, las plantas de combustibles fósiles y energía nuclear tienen un consumo mucho más reducido que el primer bloque.
Sin embargo, no hay dudas de que las fuentes de energía que menor consumo de agua hacen son la solar fotovoltaica y la eólica. Hay que diferenciar a la termosolar, donde sí es necesaria la refrigeración de los reactores con agua.
Hemos hablado de cantidades totales, pero podríamos encontrar ligeras modificaciones en el ranking si el criterio se basa en un tipo de huella hídrica u otro. Puedes ampliar más información en este estudio de Water Footprint Network de 2015.
¿Y el impacto del consumo de electricidad para tener agua potable en casa?
A continuación, podemos ver la energía consumida en términos globales y la estimación de su consumo para tener agua potable en nuestros hogares, según un estudio de la IEA (2007).
El crecimiento económico y de población, así como el cambio climático, son los principales factores que elevan el gasto de energía para asegurar la toma de agua potable. La energía está presente en cada fase: suministro, distribución, desalinización, reciclaje, tratamiento de aguas residuales y trasvase.
Saquemos algunas conclusiones…
• Agua y electricidad necesitan de un uso responsable y eficiente. La UE ya está evaluando el impacto de la huella hídrica en su territorio y en el territorio de regiones desde las que importa energía. Reducirla está entre sus objetivos, por lo que veremos medidas en este sentido a corto y medio plazo.
• Potabilizar agua salada irá en aumento. El gráfico que hemos visto antes lo mostraba de forma clara. Mientras que en 2014 la energía consumida en potabilizar agua del mar representaba un mínimo porcentaje, en 2035 tiene un gasto notable.
• Los países con mayor estrés hídrico deberían ser los primeros en actuar. La planificación de nuevas plantas de renovables más eficientes con menor gasto de agua es básico para no abusar del recurso.
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